jueves, 11 de marzo de 2010

Gol de un futbolista con mucha cabeza, ademas de fuera de serie

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otra escena del libro en preparación

El campo está lleno de aficionados, de muchachas frescas, inocentes, lozanas. Las calles que llevan a la cancha son amplias, llenas de tierra blanca. Muchas de las chicas llevan flores para el equipo ganador.
Comienza la gran final. El árbitro es el cura del pueblo, un hombre joven que se ofrece a pitar el partido ya que él árbitro contratado nunca llego. No usa shorts, trae una especie de bermuda negra y un suéter rayado. Checo mi reloj de Mickey mouse son las cuatro de la tarde.
El partido está muy cerrado, muchos pases errados, se juega con mucha enjundia pero con poca claridad. Termina el primer tiempo con un empate a cero.
Al comenzar el segundo tiempo hacemos algunos cambios, yo me decido a bajar a la defensa. En una jugada a los diez minutos del segundo tiempo, el camello con fintas increíbles se lleva a toda la defensa. Queda solo frente al portero pero patea el balón hacia las nubes.
En un despeje largo el delantero contrario controla el balón y dispara de media distancia, metiendo el primer gol.
El público grita, los pocos seguidores que tenemos nos alientan.
Yo en la defensa, lucho, despejo un balón dividido, la chiquis corre como desesperado por la pelota seguido de cerca por un defensa. En el límite del campo logra retrasar una diagonal. Entre el mar de piernas, algún compañero logra dar un punterazo; la bola dramáticamente se cuela a la portería. Empate a uno.

Faltando menos de 20 minutos, a lo lejos, de reojo vislumbro un burro, cargado de leña, que es arreado, con una vara larga, por un señor de sombrero. De pronto nuevamente se pone en peligro nuestra meta. Un delantero contrario recibe un buen pase, elude a uno, quiebra a otro de nuestra defensa; se va por la banda mientras otro de sus compañeros se mete por el centro, esperando el remate. Soy el último hombre y me decido a marcar al que lleva el balón. Súbitamente, el burro se cruza entre el delantero y yo. Parece que el burro se encuentra alegre, se contagia de la alegría del juego del hombre. Apenas alcanzo a hacerme a un lado; el delantero sorprendido por la inesperada aparición del burro, patea el balón como sea;, el burro, también, sorprendido por la maniobra, alza la cabeza en el instante que la esférica va rumbo a la portería. El balón le pega en la testa, desviándose del lado contrario de nuestro portero, el chapulín, que se lanza con vistoso pero inútil vuelo, posando para la foto.
—¡GOOOOOOOOOOL!
Festejan todos, la porra contraria no se hace esperar, nos vamos encima del arbitro
—Ese gol no vale, lo metió el burro.
Se queda sin hablar unos segundos, y responde: — el burro es como una piedra o un larguero, el gol vale—-.
.No, como chin&%% va a valer — dice el chapulín—.
A pesar de las protestas el cura metido a árbitro da por bueno el gol.
Ese gol derrumba nuestra moral y antes de terminar el tiempo nos meten otro gol, resultado final: 3-1.
El sonido local, anuncia la premiación del campeón, después ponen música para bailar. Algunos toman cerveza, mezcal, unos cuantos bailan.
Las muchachas de la porra contraria le ponen flores al burro, una cadena se cempazuchil. El dueño del burro esta contento y toma a grandes tragos un vaso de mezcal. El relajo, las burlas y risas no nos las acabamos. Alguien trae un cartón de chelas y empezamos a tomar. Pasa un buen rato, seguimos tomando cerveza, la noche cae.

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