jueves, 29 de diciembre de 2011

Relato: El Orero




Estimados lectores, ha sido una experiencia agradable el hacer este blog y tener algunos lectores que comparten el gusto por la programación; actualmente estoy empezando otro proyecto, muy personal,  con tecnología web  que espero compartir con toda la comunidad de programadores y necesito recursos porque es algo muy personal y mi situación financiera no es muy buena.

 Si alguien desearía apoyarme  tengo una tarjeta Oxxo Saldazo con el número:  4766-8408-7508-1593, cualquier apoyo lo pueden hacer en cualquier tienda Oxxo o en Banamex, les agradezco y que sus proyectos lleguen a buen fin.

Cuento  largo o novela corta, dedicado a Juan Rulfo en un aniversario más. Se permite la reproducción total o parcial, siempre que se cite al autor: Amado Jiménez Montiel. ajimenez013@hotmail.com
www.artprogramnet.wordpress.com 
El Orero
Los fanales del carro deslavaban el sinuoso camino. A intervalos, iluminados por la luz de la luna, pasando a gran velocidad, aparecían arboles y matorrales que parecían querer detener, con sus brazos  multiformes, la loca carrera del pequeño auto. En cada vuelta rechinaban las llantas. Al tomar una curva muy cerrada, el auto derrapo; agarre el volante con todas mis fuerzas tratando de controlarlo; por fin  se detuvo con gran estrepito de piedrecillas y tierra.
 Me desabroche el cinturón de seguridad, y bajé. Sentí mis sienes palpitar con fuerza.  La sangre, intoxicada de alcohol, circulaba violentamente; el sudor me escurría por el cuello y la frente. El frio me azoto la cara y me despejo un poco. Pude observar que solo medio metro me  separaba de un barranco.
— ¡Uta ma..qué pasa, estoy loco o pen&%, que me pasa!
Dos llantas estaban aplastadas contra el rin, no podía continuar, no traía herramienta y difícilmente alguna persona se detendría a ayudarme. La noche era muy fría y, a pesar del alcohol ingerido, empecé a temblar. La luna se veía serena y un suave viento mecía los arboles. Tenía urgencia de llegar al pueblo de San Francisco. El celular marcaba tres y media A.M. Deduje que esa carretera polvorienta y llena de baches era poco transitada de noche.
— ¡Que perrísima suerte, ching,,,!  no hay señal de celular —mire alrededor, enfrente distinguí una gran piedra.
Después de colocar unas piedras en las llantas del carro, empecé a caminar sobre el borde de la carretera. Sentía desesperación, comencé a trotar, me considero un buen deportista. Una rama se enredo en el zapato, haciéndome caer; me alcance a detener pero me golpee una rodilla. Camine más lentamente, tratando de no pensar en el carro, en el otro auto, en Sandy, en Elisa…
Al poco rato no sentí  dolor; corrí frenéticamente, todavía sentía los efectos del alcohol en mi sangre. El cansancio apareció, me  senté agotado a la vera del camino. No sabía cuántos kilómetros  faltaban para llegar al pueblo de San Francisco.
Estando sentado, comenzaba a sentir somnolencia, cuando vi venir a una sombra. Era un hombre vestido de negro con ropas raídas y un sombrero igual de maltratado.   
— ¿Que paso joven?  ¿qué anda haciendo?, como dice una  apariencia, por estos caminos abandonados de Diosito. ¿No quiere un farolazo? —al tiempo que sacaba una botella de alcohol.de farmacia.
No me sentí receloso, al contrario, me sentí contento de encontrar a alguien, aunque su aspecto fuera de un vagabundo o teporocho, Su figura era recortada por los rayos lunares,
—  ¡Me gusta el alcohol pero no soporto a los borrachos!, je, je, no se crea, es una broma — le respondí.  
—¡JA, JA, JA! no se preocupe joven, vamos a decir una apariencia como dijera el dicho: “entre broma y broma la verdad asoma y entre risa y risa te cae la longaniza” ¡JA,  JA, JA! ¡SOY POBRE PERO TENGO RISA DE RICO, JA, JA, JA!  — él se reía, cuando un gruñido y unos fuertes ladridos me sobresaltaron; note que era  seguido por un perro.
— ¡Quieta Salada, no pasa nada!, le digo salada porque me sigue a todas partes, igual que mi suerte que también esta salada —Pues ya somos dos señor, ¿cómo se llama usted? — le pregunté —¡Pues, la verdad no sé ni cómo me llamo!, pero algunos me dicen:  don Tánis, aunque desde endenantes soy más conocido por el mal nombre, como dice la apariencia, del Orero.—¿El Orero?, vaya será porque tiene risa de rico, como dice usted  —¡Sepa la fregada!,  pero la mayoría me dice así, así que dígame como guste.
— Yo respeto a la gente, nunca le digo por sus apodos, así que le diré don Tánis
—¡ Ándele pues!, yo por aquí  cuido un terreno,  a donde me vengo cuando hay feria en el pueblo; porque como llega mucha gente de todos lados, y hasta de allá de los Unidos;  ya no hay lugar para que me quede, pues yo no tengo casa.
¿Que usted no es de San Francisco? —¡Uhh, no joven!, si le contara, es larga mi historia, yo vengo de otro estado —¿Oiga don Tánis, ¿cómo cuanto faltara para llegar a San Pancho? —No pues yo pienso que si caminamos, como dice aquel, a buen paso, en unas tres horas —Saco un reloj de su viejo pantalón y prosiguió: —son las cinco como a las ocho de la mañana estaremos por allí, por decir una palabra.
— ¡No me joda don Tánis! ¿tan lejos está el pueblo todavía? —Pues sí, sí está lejos antes tenía un burrito y llegaba rapidito,  pero me lo robaron un día que me quede dormido, más bien, tirado en la calle, ya nunca lo jallé. Y si, faltaran, como dice una apariencia, unos veinte kilómetros.
     ¿Oiga, usted conoce a toda la gente del pueblo?, lo que pasa es que yo nunca he ido. Ando buscando a una muchacha que se llama Elisa y me urge encontrarla, su padre es don Julio Rodríguez —le pregunte.
     ¡Uhh, aracho! mire joven, yo conozco, como dice el dicho, hasta los perros y los perros también me conocen a mí. Al señor ese que dice usted lo conozco, pero no conozco a todos sus hijos; porque sé que unos están por allá del otro lado y otros viven en México —Una leve llovizna empezó mientras caminábamos rumbo al pueblo. El olor a tierra mojada me mareo. El pavimento destrozado relucía bajo la luna, formando pequeños arcoíris en los charcos.
— Tienes usted cara de buena gente, ¿qué le paso? — me pregunto don Tánis —Es que el carro se me descompuso y lo deje por allá, entonces necesito buscar un mecánico —Y esa muchachona Elisa ¿es su novia o porque la urgencia de jallarla? —¡No, no es mi novia!, mi novia, como dijera Pluto: ¡mi novia es una pinche perra!  — conteste  — ¡JA, JA,  JA!, ¡Aracho! vaya, bueno, ya sabe que como dice el dicho:  las mujeres solo buscan el interés..
Don Tánis me había hecho recordar porque estaba ahí: medio mojado, furioso. La semana pasada, después de ahorrar durante dos años, al fin tenía dinero para  comprar un   auto nuevo, aunque fuera de los más económicos. Nunca me ha gustado adquirir algo a crédito, soy anticuado en ese aspecto, todo lo pago al contado, mi mamá nos dice: “nunca coman por adelantado”. Antes  había tenidos dos autos usados, pero con malas experiencias.
La noche anterior había cenado con Sandy, mi novia, en mi departamento, bueno el de mi hermano. Puse unas velas, incienso, música de Kenny G y cantos gregorianos, encargue una cena al Mongolian Grill. Después de tomar unas copas de cava español, tomando su mano, que sobresalía de la manga de su fino vestido azul, le dije:
— ¡Te ves muy bonita esta noche, tus ojos brillan!, ¿sabes que Sandy?, pienso que ya es tiempo de que nos casemos ¿cuándo nos casamos?
—Umm, bueno, —titubeo —Yo tengo muchos planes Anaxin —me llamo Anaximandro,  pero ella siempre me decía así—, no te puedo decir cuando, pero lo voy a pensar —Después movió su cabeza de arriba abajo, en  un tic nervioso que  tenía desde que la conocí.
— ¡Mira Sandy! para que veas que realmente hablo en serio ¡Te quiero dar una sorpresa!, ya ahorre para comprar  un carro y además me sobra  otro poco para comprar muebles; para que cuando nos casemos, alquilemos nuestro propio departamento ¿o no  quieres estar conmigo?
     ¡Si mi amor, claro que quiero estar contigo! ¿es cierto lo del carro?,  ¡Yo te quiero mucho corazón!, pero te digo que tengo muchos planes y quiero seguir estudiando, dame un poco de tiempo —respondió Sandy.
—  Yo no te impediría estudiar, es más, te apoyaría y hasta estudiaríamos juntos.
     ¡Lo voy a pensar corazón!, ya te dije —mirándome amorosa,  reclino  su cabeza en mi hombro.
A Sandy la conocí cuando ella estudiaba la vocacional, yo la veía pasar, pues yo atendía un café internet. Yo todavía estudiaba el último año de Ingeniero en Sistemas. Era frondosa, anchas caderas, cintura angosta, pelo castaño largo, y ojos color miel. Pensaba mucho en ella. Un día fue al internet, yo me esmere en atenderla, a partir de allí, cuando llegaba a ir, platicábamos de cualquier cosa. Me pareció una chica muy sencilla, a pesar de ser bonita, llena de alegría e ilusiones, y una risa que me contagiaba y me hacía sentir feliz.
Una ocasión fue con Elisa, su prima, mucho menor que ella, Elisa era rubia, bien formada aunque bastante delgada para mi gusto,  muy seria y callada. Sandy iba rara vez al internet, a la que veía con frecuencia era a Elisa; yo le preguntaba mucho por Sandy.
, Siempre he sido muy tímido para decir mis sentimientos; pero un día me arme de valor e invite a salir a Sandy; acepto, nos identificamos y cuando se hizo mi novia yo era feliz, muy feliz. De eso habían pasado casi tres años, pero últimamente la había notado pensativa, distraída, a veces  solo movía su cabeza con su tic nervioso. A los dos días de la cena me llamo Sandy, su voz sonaba alegre.
— ¡Hola! ¿como estas Anaxin?, mi amor, ¿sabes? tengo un plan, no me digas nada, .déjame explicarte mi idea: necesito ir a hablar con mis papás, ellos apenas te conocen, ¿porque no pides unos días de vacaciones y vamos a San Pancho en el nuevo carro?, ¡cómo ves!. Mi papá siempre ha querido un buen partido para mí y no pondría pretextos si nos ve llegar en carro nuevo. Ya sabes  que él es de campo y solo se dedica a su siembra; entonces planearíamos una fecha para casarnos.
— ¿En serio Sandy?, claro, ¡sí mi amor, claro que sí! —le dije muy emocionado — mañana vamos a la agencia  a escoger el auto.
Llegamos muy temprano a la agencia. Yo quería  un carro económico, pero el vendedor fue muy hábil y nos convenció de adquirir un auto más cómodo y equipado; aparentemente no había mucha diferencia de precio y el seguro estaba incluido.
— ¡Si mi amor!, mira ahorita no te preocupes de los muebles, este carro me gusta más, y es mucho más cómodo, ¡ándale corazón! — decía Sandy y me abrazaba.
..— Si claro…, está bien amor, no te preocupes si así quieres así que sea —le respondí
 El vendedor nos trajo los papeles para firmar.
— ¿Sabes que mi amor? ¡corazón..!, porque no pones el carro a mi nombre, ya casi soy tu mujer y pues eso nos hace tener más confianza, confía en mí, todo nos va a salir bien. Si nos vamos a casar nos debemos tener confianza —me dijo en voz baja, tomándome suavemente las manos.
— ¡Eeeh!, bueno..,, ¡sí, claro!,  ya sabes que te amo y confió en ti, no hay problema, como tú quieras, será como mi regalo para nuestra boda.
.Como yo no tenía estacionamiento, me daba temor que me fueran a robar un carro nuevo. Mi hermano dejaba su viejo auto en la calle, pasaban semanas sin que lo utilizara. Es un Ingeniero que trabaja en una televisora y se pasaba mucho tiempo fuera.
 Se me olvidaba decir, que nunca había entrado a la casa de Sandy; siempre la dejaba en la puerta de su casa. A veces veía a sus cuñadas, en el patio, tendiendo ropa. Ella siempre me decía que sus hermanos eran muy celosos y que no quería tener problemas, que ya llegaría la oportunidad de convivir con ellos. Al único que conocía bien era a un hermanito de Sandy, de alrededor de ocho años, que siempre me pedía dinero. En el patio había espacio suficiente para guardar el carro; Ella me sugirió que  allí lo guardáramos.
— ¡Si corazón!, deja el carro aquí y lo estrenamos este sábado cuando salgas de vacaciones, y nos vayamos a hablar con mis papas a san Pancho —me decía sonriendo, con ese mohín coqueto que me encantaba.
De su pueblo solo sabía que estaba rumbo a Acapulco, pasando Iguala, en el estado de Guerrero. Yo nací en un pueblo rumbo a Valle de Bravo, pero desde niño había vivido en el D.F.; pocas veces iba a mi pueblo, ya que no tenía familiares directos allí. Yo trabajo en un compañía de software como programador y empezaba a estar estable económicamente.
Por fin se llego el gran día. Había quedado de pasar a su casa a las cuatro de la tarde. Sandy me comento que su mamá había llegado de visita y se regresaría con nosotros. Sandy me pidió dos mil pesos para que no perdiéramos tiempo pasando a sacar dinero del cajero y además quería comprar algunas cosas para su papá; yo acepte porque saldría de trabajar a las tres de la tarde; generalmente no trabajaba los sábados pero como salía de vacaciones no quería dejar nada pendiente.
Llegue a su casa, toque el timbre, me abrió su mamá, con una amplia sonrisa —¡Que paso mijito! ¿ cómo has estado? —¡Aahhh doña Marcela, aquí estoy! ¿Ya lista para irnos?..—¿Irnos, a donde? .—¡Pues a su pueblo! doña Marce.
— ¡No mijo, si apenas llegue! y voy a estar una semana más, porque mi esposo está enfermo y lo tengo que atender —¿Enfermo? —¡Sí!, anda un poco mal, vino a que le dieran un tratamiento.
Algo no me sonaba bien, todo era muy raro —¿Y Sandy? —¿Sandy? ¿Pues que no te dijo que se iba a ir a estudiar a Veracruz?, y que iba a estar con los papás de su novio.
—¿De su novio.., cual novio?
—….Se llama Fernando, ya conocemos a sus papás, son muy buena gente y nos aseguraron que cuidarían muy bien a Sandy. Ya ves que Sandy ya tiene veintitres años y pues ya no le podemos decir nada, ella decide..
Todo me daba vueltas —¡No puede ser, doña Marce! ¿Dónde está el carro? —¿El carro? pues Fernando vino por Sandy ayer y se lo llevaron. Ella me dijo que Fernando estaba estrenando carro —Ahora me venía a la mente que las pocas veces que vi a doña Marcela, Sandy me presentaba como un amigo y nunca me dejo que cruzara muchas palabras con ella.
   —¡Ah mira, Sandy me dijo que si venias te diera un recado!, deja que  te lo traiga —se metió a la casa, mientras yo me quedaba de pie, latiéndome el corazón como si fuera a estallar. No supe cuanto tiempo paso hasta que me extendió un sobre, lo abrí…
Decía: “Anaximandro, me boy,, quiero estudiar teatro y tengo la oportunidad, no me dio tiempo de avisarte me llevo el carro ya que esta a mi nombre y lo boy a necesitar algun dia muy pronto te pagare con creses todo lo que as hecho por mi, pero yo soy muy exijente en el amor y boy en busca de mi felisida, perdoname y ya no pienses en mi y no me buskes, yo te pagare el carro, asta el ultimo sentavo,  deceo  que seas felis y  encuentres una mujer que te meresca siempre te boy a recordar con mucho cariño”.
Mi cabeza era un caos. Baje la cabeza, tratando de ocultar mis lagrimas, alcance a balbucear un: —gracias señora—. Parecía que caminaba entre pozos. Mecánicamente tome un taxi, le di la dirección de mi departamento, me hundí en el asiento. Recordaba cada momento, cada beso, cada caricia, todos los momentos felices pasados con Sandy, para después gritarle mil maldiciones, bien dicen que la fidelidad solo existe en los estereos.
Sandy estudiaba actualmente sicología, me vinieron a la mente historias, que los amigos me contaban o lo que yo conocía personalmente, acerca de sicólogos: cómo  la que dejo su cuantiosa herencia a su gato, la  lesbiana  que  a todos diagnosticaba el complejo de Edipo, aquel que encerraba a sus hijos  en el closet, o aquel que aventaba piedras a sus vecinos por el ruido que hacían en sus fiestas, en fin..
     ¡Está loca, loca  y además es una piruja, maldita sea, mil veces maldita!  —Ya en el departamento me derrumbe en un sillón y llore. Tome dos o tres copas de tequila. No supe cuanto tiempo paso, cuando me llego un recuerdo que se fue haciendo cada vez más claro.
Pensé en Elisa, la prima de Sandy. Ella era muy linda y dulce, su mirada siempre risueña y límpida iluminaba su hermoso rostro. Una ocasión fuimos a la boda de un amigo. Yo las invite, Sandy, que todavía no era mi novia, me dijo que solo la dejarían ir con su prima. Elisa me saco a bailar una pieza lenta, y al estar bailando, apretó fuertemente mis manos y me miro a los ojos  muy sugerentemente, yo no supe qué hacer ni que decir, le sostuve la mirada y algo se removió en mi corazón.
En ocasiones Elisa acompañaba a Sandy a mi departamento. Elisa nunca me hablaba de sus tíos, los papas de Sandy, parece que no tenían buena relación con los padres de ella. Elisa sabía muchos juegos de mesa y  pasatiempos; siempre nos divertíamos mucho y ella se explayaba, porque por lo general era muy seria. Yo  no tenía ojos más que para Sandy. En el último año, Elisa se había convertido en una bella y sensual mujer. Tenía casi un año que no la veía; solo sabía que sus padres se habían divorciado, que su papá era de muy buena posición económica, y que ella estudiaba la prepa en Cuernavaca en una escuela cara.
Busque en mi agenda el teléfono de un primo de ella, que en alguna ocasión coincidimos en una fiesta y marque.
— ¡Bueno! —¡Hola!, disculpa ¿esta Vicente? .—Sí, él habla —¡Ah mira Vicente soy Anaximandro!, te hablo de parte de Sandy, ella quiere saber de tu prima Elisa, que en donde la puede localizar —pregunte ansioso.
.—¡Ah que esta  Sandy!, siempre ha sido muy desapegada de toda la familia, no pues mira, solo sé que Elisa está estudiando, pero no sé exactamente en cual  escuela, pero mi tío, el papá de Elisa, ha llamado en ocasiones a mi mamá y le ha comentado que están tramitando una visa para Estados Unidos. Parece que el ruco quiere que  Elisa estudie inglés, y  si mis cálculos biliares  no fallan, sé que mañana, que es veintiseis, estarán en San Pancho, tienen planeado un viaje, pero no sé exactamente a donde. Mañana es la fiesta del pueblo, ¿no sé si sepas? —me explico con paciencia Vicente.
—¡Pues no sabía exactamente en qué fecha era!, ¿Mañana?, okey, ¡muchas gracias!, disculpa la molestia, después te hablo.
 — ¡De nada carnalito! ¡ARRE!
—¡Me equivoque, me equivoque!; ¡Sandy solo es una ambiciosa!, tenía que haberme enamorado de Elisa, pero, bueno no es tarde, ¡SI ESO ES, eso es!, ¡estoy seguro que ella me quiere y la convenceré de que se case conmigo!, me voy a casar con Elisa, ¡si, casarme con Elisa!, ¡eso es!, no por despecho , porque ahora siento que la quiero, ¡pero despabílate cabr&%!, hay poco tiempo. Mire el celular, iban a ser las once de la noche.
Tome las llaves del carro de mi hermano y enfile rumbo a Tlalpan, El tráfico era muy pesado. Después de casi una  hora llegue a la primera caseta, sabía que San Francisco estaba en una desviación, rumbo a Acapulco pasando Iguala. Ya eran cerca de las doce de la noche. Calcule que en cuatro horas estaría ahí. Todavía tenía tiempo de alcanzar a Elisa. Estaba seguro de convencerla de que se quedara, decirle que ella era lo que siempre quise.
 Pasando la caseta de Cuernavaca me detuve a comprar cervezas y latas preparadas, las que fui tomando mientras manejaba lleno de ansiedad y coraje. Estaba indignado, la rabia me brotaba por todos los poros, mientras los tragos iban recordándome la traición de esa perra. En una gasolinera pregunte como llegar, me indicaron y al tomar la desviación al pueblo de san Pancho, sentí una desesperación enorme y tome cerveza tras cerveza. La carretera estaba solitaria. Empecé a acelerar más rápido, más y más fuerte. ..
— ¿Que paso joven? como dice la apariencia, desde endenantes viene muy pensativo. No se apure, ya vamos a llegar, en una hora estamos en San Pancho, ya está amaneciendo.
   ¡Aah sí, disculpe don Tánis!, es que estaba pensando muchas cosas.
El sol salió, la hierba se veía mojada por el rocío, Por fin llegamos al pueblo, las calles estaban atestadas de gente. Muchos camiones ocupando las estrechas calles.
Me metí a la primera tienda que vi abierta. Compre un refresco para don Tánis y una cerveza para mí. La espuma subía y las burbujas reventaban, las contemple hipnotizado y saboreando el momento, fui bebiendo lentamente.
Buscamos, en compañía de mis guías —don Tánis y su perra—, la casa de Elisa. Salieron dos señoras mal encaradas, que nos dijeron que había salido con su papá a la ciudad de Iguala desde muy temprano, pero regresarían como a las doce por el paseo.
—¡Por favor, dígale a Elisa que es urgente que hable con ella!, por favor díganle que soy Anaximandro —les extendí una tarjeta de mi trabajo.
Las sirvientas, al ver el aspecto de mi amigo y lo desaliñado que yo estaba, desconfiaron y nos cerraron la puerta.
Nos sentamos en el quicio de una puerta. Nos calentaba la tibieza del sol, cuando   vimos venir a dos hombres bien vestidos, acompañados de una mojiganga vestida de Lobo Feroz; me sorprendió un poco, porque a pesar de que ya había visto muchas mojigangas, este me traía a la mente a el Lobo Feroz interpretado por el Loco Valdez,  solo faltaba el zorrillo. Este tenía un disfraz perfecto y movía alegremente su gran cola negra.
El Lobo Feroz traía una cajita en forma de libro que decía “Caperucita roja, versión de un lobo arrecho”, de donde, a intervalos, sacaba una botellita y tomaba sorbos de algún aguardiente.
…—¿Que paso licenciado?, ¡aracho!, ¿qué milagro que se deja ver?, desde endenantes que no lo vido. Tiene años, dice aquel,  desde que andaba en campaña para diputado —don Tánis, se dirigió a uno de ellos.
—¡Efectivamente don Orero! Lo que pasa es que siempre andamos ocupados, gestionando y haciendo leyes, por eso no me da tiempo para venir a dar mis vueltas por aquí. Ahora estoy buscando el apoyo de ustedes, para ver si voy para diputado federal, traigo muy buenas propuestas —al tiempo que nos daba unos trípticos, en donde aparecía sonriente, detallando todas sus virtudes, que al parecer eran bastantes. Nos presento a su acompañante, llamado: Leopoldo O., como líder de transportistas, el cual lo andaba apoyando y prosiguió: — mañana va a haber toros y los voy a apadrinar. Hoy, a las tres, tenemos una reunión en casa de Benito, ahí cite a los que me están apoyando, ¡por ahí los espero! —al tiempo que se despedían. El Lobo Feroz dormía a pierna suelta con sonoros ronquidos.
— ¿Oiga don Tánis?, ¿quién es el Lobo Feroz?, ya se quedo dormido en cumplimiento del beber.
  —Pues, es un amigo, como dice aquel, que le dicen la Zorrita Tepachera, la mera  verdad no sé cómo se llame, aunque dicen que es licenciado. Pero bueno, vamos a la casa de Benito; ahí tienen un negocito y chance, como dice aquel, nos fie un taco y un cañazo, porque ya hace hambre y mi botellita ya se acabo. Además, aunque trajéramos dinero, a estas horas ya no venden nada en el mercado, hay que llegar muy temprano porque todo se acaba con tanta gente de visita.
— ¡Oiga don Tánis! ¿Y quién es ese tal Benito?
— ¡Pues ujule!, es un cuate, como dijera la apariencia, ¡a todo dar! El es campesino y siembra maíz, cacahuate, jícama, varias cosas, pero también tiene un negocito donde vende cocos, toronjas  y hace comida. Parece que la casa se la heredo su padre y tiene un corredor muy amplio y un patio grande, que lo alquila muy barato.    .
Ya de camino, vimos una manta, donde aparecía, luciendo blanquísimos dientes, el tipo que acabamos de ver, con la leyenda: “Carlos Atanasio el amigo del pueblo te ofrece más proyectos productivos y resolución del problema del agua”  en la parte de atrás de la manta, en letras más grandes y chuecas, se podía leer:
OCULTA LA VERDAD, AL PUEBLO NO LE IMPORTA LA VERDAD
A NADIE LE IMPORTA,, DI LO QUE TE CONVIENE PINCHE RATERO” 
La casa de Benito era una casa modesta, con una pequeña sala que daba acceso a un amplio corredor. En el corredor estaban dispuestas varias mesas, arregladas elegantemente con monjas blancas y moños rojos. Se podía ver al fondo del corredor una rockola antigua y un cuarto sin paredes, con techo de lámina, donde generalmente vendían comida, cocos  y aguas frescas según me explico don Tánis; pero en esta ocasión se encontraban dos grandes ollas humeantes manipuladas por una cocinera. 
Había también un patio de tierra con muchos árboles y plantas Ese día no habían hecho comida para vender, porque iban a hacer una comida en honor del compadre de Benito: el Ingeniero Efrén Morales. La comida sería después de la reunión con el candidato a diputado, el cual había alquilado el espacio a Benito.
Nos sentamos en una mesa que estaba cercana a la puerta. Benito no le quiso fiar a don Tánis; yo había hecho corte de caja y solo traía treinta pesos y en ese pueblo no había manera de sacar dinero de mi tarjeta.
Entro un hombre, vestido con playera y pantalón de mezclilla, de edad indefinida  y nos saludo. —¡Aracho don David, échele unas monedas a la máquina, como dice una apariencia! .— grito don Tánis, que  hablaba a gritos cuando estaba a medios chiles.
— ¡No don Orero!  ¡No tengo dinero para la nostalgia! —y se fue a sentar con nosotros.
— Es broma don Orero, ahorita le ponemos un quinto al piano.
— Vamos a decir una apariencia, como dijera otro dicho: ¡Entre broma y broma la verdad asoma, entre risa y risa te cae la longaniza! —sentencio don Tánis y prosiguió diciendo —Bueno hablando de que no hay dinero, les voy a contar lo que decía un amigo: “las mujeres del cabaret son caras, cobran mucho”, y mejor se iba al monte a cazar burras y cuando acababa sacaba un billete de cien pesos,  se lo enseñaba a la burrita y le decía: “a ver preciosa, aquí está tu pago”,  entonces la burrita movía la cabeza asustada y él decía: “¡aah, dices que no es nada, bueno entonces gracias” ¡JA,JA,JA!.
— ¡Ja,ja,ja Este Orero, es canijo! — rio David.
En ese momento entro un señor, vestido con un saco brillante manchado de grasa, sombrero negro lleno de agujeros, unos viejos  tenis verdes y un moño azul como del siglo XIX,  al señor le decían: el tío Lucas. Traía un vaso de mezcal en la mano. Sin saludar y hablando solo exclamo: —¡No me pisen que traigo chanclas! ¡A veces me pesan tanto los pasos que no sé si voy pa delante o voy pa’tras! ¡Pero todo lo hago por la revolución. sí, la revolución, pero de las tripas que es la única que importa! —se dirigió al fondo del patio e inclinándose, hizo una reverencia a las flores con el sombrero y dijo con voz grave y sonora:
     ¡No me importa conocer el nombre de las flores sino aspirar su perfume y su fragancia; pero esta flor roja sin par, malva, es muy bonita, ¿cómo se llama?
— ¡Se llama “reunión de señoritas”! —respondió la cocinera que preparaba el Elopozole, que es un caldo hecho con elote tierno, carne de pollo, espinazo  y chile guajillo; es muy sabroso y muy típico de Guerrero, según me había informado don Tánis.
. —¡Gracias bella dama, como no tengo con que pagarle le pago con el corazón! —dijo el poeta a la señora.
— Je, je ¿bella?, esa señora está más fea que una cruda sin dinero —murmure—¿Quién es ese señor?
— ¡Ohh, el tío Lucas!, pues es medio poeta, según me contaron era un estudiante muy inteligente y destacado de derecho. Estuvo en una protesta, lo macanearon y desde ahí anda por todos lados recitando versos. A veces actúa normalmente, en  otras no le hace caso a nadie  y habla solo, como loquito  —explico David.
Benito andaba haciendo quien sabe que, aparentemente dando órdenes para que todo estuviera listo cuando llegara el precandidato a diputado. El tío Lucas se fue a sentar a nuestra mesa,  y después de saludarnos y conversar un rato con don Tánis grito:
— ¡A ver Benito sírveles corteza a la esmeralda a estos caballeros que ya hace hambre y aquí traigo para pagar!
Benito dio instrucciones a la señora para que nos hiciera unas tortillas calientes, y al poco rato nos llevo una cazuela con chicharrón en salsa verde —¡Pagando que va a temblar, como dijera un viejo cantinero! —nos dijo.
-—¡JA JA, JA no te preocupes Benito, aquí nuestro amigo va a pagar! —aclaro don Tánis. Detuve mi atención en don Tánis, le pude calcular unos setenta años; aunque era de movimientos agiles y de lejos parecía más joven. El tío Lucas saco un arrugado billete de cien pesos y se lo dio a Benito, al tiempo que decía: — ¡la única revolución que importa es la revolución de las tripas!  —Yo no me atrevía a decir nada, porque no tenía dinero. Me moría de hambre, así que le entre duro al chicharrón, lo mismo que todos. En ese momento  escuche la sirena de una ambulancia, nadie pareció escucharla así que no hice ningún comentario.
En un desvencijado mueble estaba una televisión. Benito la prendió, nos dio el control y se alejo. Estaban las noticias. Una noticia me llamo la atención, un locutor con voz engolada decía:
— ¡Peligrosos delincuentes detenidos, son integrantes de una  banda dedicada a robar trailers cargados de cobre y los fundían en una planta aparentemente en regla!
Reconocí a uno de ellos, que parecía atolondrado, rodeado de policías encapuchados  apenas levantaba la vista Yo fui a esa planta, a instalar un software apenas el mes pasado. Entre los ingenieros de esa planta había uno, delgado y muy alegre, que me ofreció unos gansitos, compre uno y le pregunte porque vendía galletas, me dijo: “no pues la verdad aquí ganamos muy poco y con la venta de galletas me voy ayudando porque la crisis esta dura”.
Pensé para mí, que esos eran simples chivos expiatorios; los jefes seguramente eran gente con poder económico y político; ¡imagínate, si él vendía galletas para ganarse unos cuantos pesos! Seguramente nunca sabremos la verdad de lo que nos presentan en los medios de comunicación. —¡Muchas mentiras e intereses hay en las noticias! —exclame en voz alta.
¡Así es joven!, ya vido, como dice una palabra, como nos engañaron con el virus de los puercos voladores —agrego don Tánis
Tome el control y cambie de canal. Apareció un patético tipo de fino bigote; con voz y sonrisa socarrona decía: —¡desconfío de los periodistas que piensan!, el reportero solo tiene que reportear así como el médico medicar y la put.., ¡pero no deben pensar!
— ¡Por eso el  país está como esta!, por tipos como estos, que no piensan ni orientan a la gente, por eso decía Unamuno que  somos Bueyes de cabeza negra, de diez, nueve embisten y solo uno piensa!. —dijo David —¡Hijo de la viejita, hijo de la gorra! —grito don Tánis —¡Vete a perturbar a la autora de tus días! —exclamo el tío Lucas denostando al seudoperiodista. Cambie nuevamente de canal.
— ¡Bueno mucho bla, bla y poco glu, glu! —bromeo el tío Lucas. Se junto dinero para comprar cervezas, yo coopere con diez pesos.
— ¡La cerveza gusta, refresca y desinfecta, amo la cerveza negra porque ella no me traiciona! ¡A mí que me traigan una negra! —exclamo David
En la tele se veía a un tipo con lentes, diciendo: "será entonces el nombre del desacople entre dos discursos que son de naturaleza intertextual que se catalizan en forma heleicodal y  que atraviesan la actual experiencia posmoderna de la docencia: el discurso pedagógico y el discurso massmediático.”
 — ¡Pa su mecha, no entendí ni mais! Seguramente que este cabrón tampoco quiere decir nada, ¡solo confundirnos! Como dijera Einstein: “si dominas un tema se lo puedes explicar hasta a tu abuelita”, bien lo decía Montaigne: “La dificultad es una moneda que emplean los sabios, como los prestidigitadores, para no descubrir la inutilidad de su arte, y con la cual la necedad humana se deja engañar fácilmente” —pontifico David, mientras yo cambiaba nuevamente de canal.
En la tele pasaba un programa científico; en donde un maestro de física cuántica, empujando a un gato disecado, de color blanco y relleno de paja, le preguntaba a un joven estudiante de ciencia que  si creía que ese gato estaba vivo o muerto. El estudiante respondia: —¡Claro que está muerto! — El maestro le pide que haga un experimento mental, tomando como premisa que un fotón puede estar en  muchos lados a la vez, — imagínate que un fotón radiactivo cae en la leche del gato, la leche se envenena, el gato toma la leche y muere, pero como el fotón puede estar en varios lados a la vez; en algún lugar hay un gato vivo, ya que el fotón nunca cayó en la leche.
— ¡Que pendejada como va a estar vivo y muerto a la vez! —Exclamé, todos me voltearon a ver
 — ¡Apague la tele joven, ya no haga corajes!, mejor vamos a cantar, a ver tráiganme   esa guitarra que está colgada por ahí y vámonos cantando “Con Dinero Baila el Perro” — dijo David y canto una canción que en una frase  decía: “metió mano a su bolsillo y no tenía más que un peso, quiso seguir su camino pero le falló el intento y decía Diosito Lindo véndeme un peso de tiempo”.
Metí mano a mi bolsillo y solo tenía veinte pesos. Después que David canto varias canciones de rompe y rasga, Benito nos envió medio litro de mezcal.
En esas estábamos cuando entro un fotógrafo con su cámara, ofreciendo tomarnos una foto, yo me negué. Nunca me han gustado las fotos, alguna vez leí que un pedazo de  tu alma se va en cada foto que nos toman; de cualquier manera a mí nunca me han gustado las fotos.  El fotógrafo, con aire de desaliento, se sentó en una silla y nos dijo: — ¡Que mala es la vida conmigo, he sufrido mucho!
— ¡Todos sufrimos y gozamos esta vida! No hay nadie que se salve, pero sírvase una copita para que se le olviden sus penas —sugirió David.
— ¡No, gracias!, si me tomo una, ya no paro y ya no voy a trabajar. Ya tiene días que no saco ni para comer, ni ahora que es feria. — respondió el fotógrafo.
— ¡Será que son muy caras las fotos, don Usted!— dijo don Tánis
— ¡Barato no puede ser, la calidad es cara! Miren, hubo un tiempo en que me iba muy bien. Tenía un negocio de fotografía y videos y daba servicio a muchas escuelas. Un día hice paquetes de graduación para varias de las mejores escuelas. Yo tenía que salir a la ciudad de México. Así que le encargue a mi ayudante que etiquetara los videos y los entregara. Pero el tarado de mi ayudante, que creo que le falto oxigeno al nacer o no le dio para más el atole; en lugar de llevar los videos correspondientes, para exhibirlo a los padres de familia, les llevo varios videos pornográficos. Pues ya se imaginaran, ya no tengo contratos en las escuelas y pues ahí la voy cascareando  —conto el fotógrafo y salió. .  
Entro una señora elegantemente vestida con colores chillantes. Se le marcaban las costillas como si fuera marimba chiapaneca.
— ¿Que paso señores, esta bueno el mezcal? —¡Si claro, es del bueno! —¡pues denme una copita, no sean malitos!
Se le sirvió en un pequeño vaso, ella se lo froto en un brazo, mientras comentaba: —   es que tengo mucho sarpullido y esto me lo quita —y se dio la vuelta. .
   ¡Le hubieran dado alcohol, pinche vieja ya nos bajo un trago! —dijo alguien.
— ¡Esa señora es bien perrucha y bien chismosa!, siempre anda por todas las casas y todo se sabe por ella y además ¡es bien venenosa! —dijo la cocinera en voz alta.
— Dicen que la arrullaban con: “a la víbora, víbora de la mar”  se escucho decir a alguien sentado al fondo del patio
— ¡No seas mam..! ¡Ya tienes dientes! ¡La doña es mi tía! — le contesto otro.
— Pues la doña tiene razón, yo sé que el mezcal  es bueno para el sarpullido y los piquetes, claro  menos el del burro ¡JA, JA, JA, JA!— aclaro Don Tánis
Se acerco a nuestra mesa un hombre con cara de pocos amigos, moreno y con facciones que me recordaban a un caballo; después supe que se llamaba Lorenzo Roberto, nos dijo: —¡saben que señores, pasen a otro lugar, estas mesas ya están reservadas! —era el auxiliar de Carlos Atanasio, que así se llamaba nuestro flamante  precandidato dispuesto a servirse del pueblo.
Nos levantamos y nos fuimos al fondo del patio, donde estaban tres señores  sentados en unas tablas apoyadas en ladrillos. Llego una vendedora de quesos. Era muy bonita e iba vestida de monja.
--¿Quién es esa  chava? ¿Es monja? —pregunte yo, cuando se fue la monjita.
— ¡No es monja, ni mais!, es hija de Don Reynaldo, más conocido como Don Rey— dijo David
— Pues debe ser muy religioso el señor— le conteste
—¡Que religioso ni que la Pescue! Es un señor ya grande, pero bien mujeriego, oh pero eso si, él viste a su hija de monja para  que nadie se fije en ella. Además es muy tecuco, solo gasta en sus pericos y cotorros consentidos.
— ¿Pericos?--
— Sí, él siempre compraba papayas y melones de lo mejor. Un día le dijo la frutera que era muy bueno que le gustara tanto la fruta y él le contesto que él odiaba la fruta, que la fruta era para sus  pericos  y cotorros.
—¡Mejor les hubiera dado vino de consagrar!, a lo mejor hasta nos decían una misa esos cotorros —observo el tío Lucas
—Es muy lángaro, dicen que una vez estaba enfermo y una vecina  le preparo atole de avena y le dijo: “Don Rey aquí le traigo avenita para que se caliente” él contestó: “¡A Benita, dile que pase, que pase Benita!, ¿Cuántos años tiene Benita?--¡No don Rey Avena, Avena para que se caliente la panza! —También presta dinero, sobre todo a las señoras y solo sabemos que cuando lo visitan, dizque para pagarle, se tardan hasta dos o tres horas en salir— chismeo David.
. — No pues, como dice otro dicho, a mi me presumía que se echaba las tres de rigor, yo le  decía —¡A poco, a poco don Rey, no sea chocante y presumido! —¡Sí, pero solo como el Marques: una vez al mes! —le preguntaba que cuales eran las tres de rigor, él me decía:—¡Pues, uno de dedo, uno de lengua y  cuando se puede uno de maciza!, así que me voy a preocupar cuando se me traben las quijadas! —así me decía el caracho viejillo, ¡JA.JA.JA! — rio Don Tánis
— ¡El amor es un arte pero  la vida es corta, el arte es eterno! —filosofo el tío Lucas
De improviso entro corriendo un niño vestido solo con un short rojo y tras él una señora con una cubeta de agua. Le lanzó el agua, el niño hábilmente la esquivo,  mientras la señora le gritaba: —¡Ya te he dicho que te bañes, deja de una vez esa pinche maña y lávate aunque sea la jeta! —volvieron a desaparecer por la puerta.
La botella de mezcal estaba vacía, alguien informo que pronto pasaría el paseo. Volví sentía la urgencia de buscar a Elisa y me levante.
— ¡Fíjense amigos que aquí este joven trae una pena de amor y anda en busca de una muchachona! —casi grito don  Tánis
— Para las penas de amor nada mejor que tener dinero y si no,  habrá que   conseguir huevos de una gallina virgen y los bigotes de un tigre enamorado… bueno aunque sean  los de un gato, para hacer una pócima que haga caer a la dama en cuestión —se burlo David.
—¡No desperdicie su juventud por una mujer! ¡Los jóvenes son la esperanza de un mundo mejor! —recito con voz engolada el tío Lucas.
—¡Sí claro! les agradezco su preocupación, pero voy a buscar a una persona. En un rato regreso, ¡acompáñeme  don Tánis! —dije yo, al tiempo que tomaba del brazo a don Tánis.
Faltaba poco para el paseo. Llegamos a la casa de Elisa; nos volvieron a decir que no había llegado, pero que ella nunca faltaba al paseo. Yo volví a explicar que era urgente verla, me dijeron que le dirían,  y nos volvieron a cerrar la puerta.
Nos encaminamos a una calle en donde pudimos ver el paseo. Decenas de danzas, carros alegóricos en forma de tigre, de toros, con muchachas repartiendo flores y besos. Había muchas  mojigangas. Los tlacololeros con su chirrión haciéndolo tronar y golpeando a algún despistado que caminaba junto a ellos; el tigre danzaba al son del pitero y el alboroto de la perra.
 Las danza de los manueles con sus viejitas con maracas,  los diablos con sus diablas exuberantes y de minifalda, los pescados armados de machetes, los chinelos con sus estandartes. La música de viento, los cuetes estallando jubilosos en el cielo y la euforia de la gente hacían el ambiente irreal y fantástico. Todo era color y alegría. Estamos todos ustedes borrachos” decía un payaso en un megáfono. Una mojiganga disfrazada de cura nos rociaba de agua bendita. Los jóvenes arrojaban cerveza y mezcal, al ritmo de la banda, rociando a todos los espectadores.
 Todo era algarabía, un carnaval de alegría y en mi  ser volvía a resurgir el coraje, el rencor y la tristeza, pero en mi pecho  brillaba una luz de esperanza: ¡Elisa, Elisa!
Termino  el paseo con caballos y charros haciendo suertes. No tenía ganas de buscar un mecánico, primero tenía que encontrar a Elisa. De cualquier manera investigue la dirección de un mecánico. El mecánico me dijo que a las seis de la tarde tendría tiempo; no estaba borracho. Me explico que no podía caminar porque traía un dolor en la pierna, pero si podría manejar y quería descansar un poco. Vagabundeamos por los puestos de baratijas. Apenas se podía caminar.
Cerca de las dos, nos dirigimos nuevamente a la casa de Elisa. Una de las señoras me informo que Elisa estaba en la sala; que le avisarían a ver si me podía recibir. Don Tánis y su perra se fueron a una esquina. Me quede parado en  la puerta, emocionado y nervioso —¡Yo le diría que siempre la había querido!, que en realidad estaba cegado por el amor a Sandy, pero que era a ella a quien amaba, era a ella a quien deseaba y con quien quería vivir toda mi vida y que dedicaría el resto de mi vida a hacerla feliz.
Después de varios minutos de espera, me hicieron pasar a la sala. Mi corazón latía apresurado.
Elisa lucía un vestido negro con un inmenso tigre amarillo estampado, que destacaba su belleza; ¡lucia más linda que nunca! y al verme, sonrió ampliamente.
   ¡Elisa!
     ¡Anaximandro, me da gusto verte! —me dio un beso en la mejilla, sentí su aliento fresco y sus senos mórbidos cuando me dio un ligero abrazo.
—¡Perdóname!, me dijeron que has estado buscándome todo el día, lo que pasa es que fuimos a arreglar unos problemitas con mi papá. Llegue a tiempo para el paseo pero lo vi casi en la entrada del pueblo; estaba llenísimo y no había forma de pasar. Estuvo muy bonito, ¿qué te pareció?
     ¡Ehh, sí, estuvo muy padre!
— Me dijeron que era urgente el asunto que te traía por aquí.
— ¡Si Elisa, es  urgente y muy importante para ti y para mí lo que te vengo a decir!
— ¿En verdad.., para mí..? Sí manito, ¡dime!, ya tenía casi un año que no te veía, ¿qué es eso tan urgente?
— Elisa es que yo… te quería decir que..
       En eso se escucho el llanto de un bebé.
       —¡Ohh discúlpame, permíteme, ya se despertó el bebé! —y se dirigió rápidamente hacia una recamara, de donde reapareció minutos más tarde con un bebé envuelto en una cobija azul,
       — ¡Mira!, ¿no está lindo?
       — ¿Y este bebé?                  
— ¡Es mío!
Sentí una opresión en el pecho y me falto aire, quise decir algo pero me faltaba el aliento.,
— ¡Ven siéntate manito, te ves pálido!.
— ¿Ahora si dime que es lo que pasa? cual es la urgencia —dijo preocupada Elisa. Tarde varios segundos en contestar
—…Se trata de Sandy…. tenemos problemas y necesito tu ayuda.
— ¿Mi ayuda…? ¡Ohh!, pues en lo que yo te pueda ayudar, cuenta conmigo  ¿qué paso?
— Bueno, mejor cuéntame de tu bebé, ¿te casaste..?
— ¡No, no me case!, es una larga historia…y me da pena contártela a ti.
— Ya sabes que yo te estimo mucho, cuéntame —le dije con voz desolada
— Ohh…bueno.. yo estaba enamorada de un muchacho que nunca se fijo en mí.
— ¡Pues que tonto!, cualquiera se hubiera enamorado de ti.
—Tal vez, pero creo que él nunca se dio cuenta —dijo lánguidamente Elisa y prosiguió:
—Acabe la secundaria y quise cambiar de ambiente. Le dije a mi papá que ya no quería estar en México. Me mando a Cuernavaca y me alquilo un departamento. Yo no me sentía bien y empecé a tener problemas de anorexia.
— En la prepa conocí a una amiga que trabajaba en una estación local de televisión. Y cómo ves que yo siempre me ha gustado redactar, me invito a tener un trabajo redactando noticias.
—Yo, que me sentía muy sola, acepte; la actividad me ayudaba.  Ahí conocí a un  locutor mucho mayor que yo, que  me orientaba mucho;  la verdad que tenía muchas atenciones conmigo, me llevaba casi siempre a mi depa. Siempre fue un caballero, yo me sentía muy sola y empecé a aceptar sus invitaciones: a comer, a cenar, al cine; lo llegue a querer como un gran amigo. Pero una cosa lleva a la otra; yo me ilusione y empezamos a tener relaciones y salí embarazada. Él me había dicho  que era divorciado y que pronto nos casaríamos pero resulto que nunca se divorcio y dependía económicamente de su mujer.
— Cuando mi papá se entero, casi me mata y creo que se paso un mes borracho.
— Como tú sabes mis papas se divorciaron. Mi mama vive en Cancún y cuando se entero de mi embarazo, tuvo unos pleitos horribles con mi papá. Finalmente mi papá me trajo al pueblo y me oculto. No me dejaba salir para nada. Él me atendía y me traía de comer y todo lo que yo necesitaba. Cuando la gente le llegaba a preguntar de mí, les decía que yo estaba estudiando inglés en Estados Unidos y que vivía con unos familiares. Hace un mes nació mi bebé. Mi papá trajo a un médico de Acapulco y él médico estuvo varios días hasta que el bebé nació. Luego contrato a las sirvientas y les dijo que el bebé era de una mujer que lo dejo en adopción, porque su marido regresaba de Estados Unido y el bebé no era  de su marido sino de otro. Creo que no le creen pero disimulan y son muy discretas.
— ¿Sabes que Anaximandro?, me voy a ir a vivir a Cancún con mi mamá. Ella tiene un negocio y creo que voy a tratar de olvidarme de  todo lo que he pasado;  ¡ahora mi ilusión es mi hijito!   
— Ya ves manito ya te conté mis cosas, dime ¿qué pasa con Sandy?
Yo, que había estado escuchando con atención la historia de Elisa, le conteste: —¡No te preocupes, no pasa nada!, creo que era una tontería. Solo quería verte y saber que estas bien. Te felicito por tu hijo, un hijo siempre es una bendición. Ahora debes estar tranquila, y creo que vas a encontrar a quién te valore  y te quiera como tú mereces. Discúlpame Elisa pero ya me tengo que ir, mi carro se descompuso y tengo que buscar a un mecánico.
—¿No te vas a quedar a comer?, hice frijol con carne, me quedo muy rico, ¡quédate!
—¡No gracias!, tengo que llevar al mecánico a que revise mi carro. Ya le dije que me lo arreglara y que el carro quedaba de garantía mientras iba por dinero al cajero.
— Bueno ¡que te vaya bien! y ya sabes que te deseo lo mejor, a ver cuando me vas a visitar a Cancún. Yo te aviso cuando me vaya, al fin ya tengo tus datos.
— ¡Claro, claro que sí! —le di un leve abrazo y salí, caminando con dos puñaladas clavadas en mi corazón,
Don Tánis estaba, rodeado de varios danzantes, bebiendo mezcal. Una banda de viento o más conocida como “chile frito” tocaba “hace un año que yo tuve una ilusión”.
 — ¿Hace un año?, ¡uta! Hace una semana era el hombre más feliz del mundo y ahora me está llevando patas de catre y soy tan desgraciado…
— ¿Que paso jovenazo, encontró a la muchachona?  —se me acerco don Tánis.
— Sí, claro, ¿sabe que don Tánis? acompáñeme a la iglesia quiero ir a conocerla.
— ¡Sí, vamos! pero recuerde: ¡ya van a ser las tres, joven!…Tenemos que ir con Benito, ya va a llegar el licenciado que vimos en la mañana; seguramente llevara algo de beber  que de comer no creo. —me apuro don Tánis
La luz se filtraba por los vitrales, formando figuras caprichosas sobre las paredes, en donde los santos parecían disfrutar del aroma del incienso, del perfume de las flores y el crepitar de las velas y veladoras que inundaban el lugar. Me sentí sereno, como un sueño fugaz, me vino a la mente una casa colonial, una calle empedrada donde resonaban mis pasos al dirigirme a una iglesia en época de la colonia; solo ahí había sentido esa paz y serenidad.
Me hinque y le pedí a Dios que me guiara. Deje fluir las lágrimas ardientes que me quemaban el corazón.
Don Tánis permanecía en una puerta lateral con la vista perdida en los cirios. Se había quitado su eterno sombrero, y parecía murmurar unas oraciones. Después de algunos minutos salimos.  
Ya me sentía un poco mejor, sorprendentemente me sentía liberado. Pensaba que nada vale en el mundo, que solo contamos con nosotros mismos; que solos venimos y solos nos vamos, de este mundo.
Todo me parecía luminoso, el sol brillaba.
Sobre la calle venia un mini-paseo, encabezado por una mujer despampanante y muy alta, que movía las caderas al ritmo del chile frito; iba ataviada con una falda verde brillante y una blusa amarilla lustrosa. Venían varias mujeres, todas muy altas, con  minifaldas de cuero, seguidas por muchachos muy jóvenes. También venia nuestro amigo: el Lobo Feroz, que ahora iba del brazo de una mojiganga vestida de mujer y con exagerado maquillaje.
— Je, je, si hasta parecen mujeres— comento don Tánis
En la explanada de la Iglesia se había instalado un grupo musical con potentes bocinas. La gente agolpaba el lugar. Había jovencitas con minifaldas y provocativos escotes; algunas con el pelo pintado de naranja, verde  o morado.
El grupo inicio con una alegre canción, mezcla de rock con tropical. La música suena grande, poderosa, cada nota se estira y vuelve en ondas circulares. Es rock, es cumbia. Cada giró de los cuerpos seguía  el riff de la guitarra. Se veían  mover caderas, montadas en muslos brillantes y opulentos. Giraban los cuerpos, algunos subían su cerveza derramando su espuma. Sentí un entumecimiento en el cuerpo. Luego de escuchar dos canciones más, nos dirigimos al negocio de Benito.
Llegamos con Benito. No estaba lleno, habría como unas veinte personas. Algunas mesas estaban vacías. Nuestros amigos permanecían sentados en las bancas, tomando mezcal con algunos danzantes sin mascaras y  cansados.
— Pues yo pensé que iba a estar esto lleno. — le comente a don Tánis
— ¡No joven!, ya ve que  Carlos Atanasio fue diputado hace como seis años y nunca regreso ni cumplió nada de lo que prometía. Me entere que en su partido hay varios que quieren ser candidatos y él solo es un precandidato mas; además lo hicieron en mal día, ahorita todos andan comiendo con los mayordomos —explico David.
—¿Como se llama su partido? —pregunte.
—Partido Unificado Popular, pero ahorita tienen muchas corriente y divisiones. Ese cuate que está sentado en la primera mesa, encabeza una corriente opuesta a Carlos Atanasio  —contesto David.
En ese momento llego el aludido. Lorenzo Roberto lo recibió con exagerada ceremonia y zalamería. Venía acompañado del mismo líder de transportistas que vimos en la mañana. Dos monos con aspecto de guarura los seguían.
 —¡Es fácil presumir de valiente cuando uno está protegido o seguro! Dicen que Santana se dio un balazo en la pata de palo y reto a su rival a hacer lo mismo. Su rival era un gringo que le fue a reclamar un fraude, pero ignoraba que Santana tenía pata de palo —observo David.
—¡Pásele Don Rey!, siéntese por acá —se escucho decir. Dando paso a un señor de edad avanzada, que se apoyaba en un bastón. Nos invitaron a tomar asiento en una mesa vacía. Nos sentamos en una de las mesas, las cuales tenían botellas de agua y latas de refresco.
Carlos Atanasio nos echó un discurso: —“Soy universitario comprometido con la academia, soy demócrata y soy tolerante con todas las corrientes. Tengo apoyo de los sectores del partido y lo que es más importante: ¡las bases me apoyan!” —En ese momento, quién estaba sentado en la primera mesa hizo ademán de quererlo interrumpir, Carlos Atanasio, dirigiéndole una mirada torva, continuo: —“Aunque algunos me acusen de sumiso y cómplice de los desfalcos que el anterior gobierno realizo, con facturas infladas en la compra de medicamentos. ¡Ese asunto se encuentra en las instancias correspondientes! y se resolverá conforme a derecho.  Les puedo decir que yo siempre he apoyado la transparencia bla, bla” —continuo con su perorata.
.Después de casi media hora de rollo, se acerco a saludar  a algunas personas.
 —¡Y aquí veo a mi buen amigo: don Rey! que siempre  nos ha apoyado y yo también los he apoyado, por ejemplo, consiguiendo  un autobús para sus excursiones. ¿Dígame don Rey, a donde quiere ir ahora? — pregunto Carlos Atanasio.
. — ¡Pues lo más seguro es que al l infierno! —   respondió don Rey y continuó:
‘— ¡Pues si no hay medicina en la clínica!, tenemos que ir a las cinco de la mañana y después nos niegan los medicamentos.  
— ¡Creo que nuestro amigo don Rey no tiene necesidad de estar por la madrugada! Yo me comprometo a estar al pendiente de que eso mejore..bla, bla y además ya saben: vamos a apoyar proyectos productivos y fertilizante para el campesino. Mi política será de puertas abiertas..  bla, bla — Nos aturdió el precandidato.
Uno de los asistentes, el que había intentado interrumpirlo, hablo en voz alta:
— ¡Compañero, el partido tiene muerte cerebral y no se ha dado cuenta! Esta siendo alimentado con glucosa vía intravenosa. Yo no soy de la corriente de Atanasio pero quiero que el partido esté más cerca del pueblo y de las bases del partido. ¡Las bases del partido están hartas, de que siempre sean los mismos los que se reparten los puestos, y brinquen como chapulines de un cargo a otro.
—¡Hermano Francisco! ¡hermanito del alma! ¡Soy demócrata!, y una de las características es la tolerancia, así que te pido que el lunes platiquemos y seguro de que te voy a convencer de que me debes de apoyar y debes saber que yo en su momento proteste y levante la voz por todas las injusticias. ¡Ya conoces mi lema: justicia y equidad para todos! — respondió Carlos Atanasio.
— Estos cabezones se pelean el hueso peor que perros de basurero — dijo David
Don Rey se fue a despedir de David y de don Tánis; yo aproveche para preguntarle cómo era aquello de las tres de rigor. Sorprendido, don Rey me miro y viendo de reojo a don Tánis, sonrío y exclamo:
— ¡No muchacho, de eso ni me acuerdo! Ahora es solo uno al fin…
— ¿AL fin?
—  ¡Sí, al fin…, pero al fin de año!,  ¡y eso solo de ojo!, ¡porque ya ni mover las quijadas puedo, ja, ja, ja!  —me respondió don Rey y se dirigió a la puerta.
Se fueron los políticos y solo quedo Lorenzo Roberto para recabar las propuestas de la gente. Al poco rato, la mayoría se fue y solo quedaron nuestros amigos, unos cuantos ebrios  y Lorenzo Roberto.
Empezaron a llegar otras personas que venían a la comida del compadre de Benito.
Dos choferes de combi se sentaron con nosotros  y uno de ellos comento: — ¡Ahorita que iba llegando me encontré con Leopoldo; lo he andado apoyando!, ya me prometió unas placas.
— ¡No te preocupes por Petras…. porque Tomás la mantiene! — dijo el otro chofer con aspecto de costeño y prosiguió: —¡pierde las esperanzas! Hace seis años me prometió lo mismo. Le reuní mucha gente y cuando llego a ser diputado siempre me hacia dar vueltas, hasta que me canse. Así que ni te hagas chaquetas mentales. Acuérdate que cuando estos gallos llegan al poder no les importa nada. Se vuelven como aquel gobernador, que se lavaba las manos después de saludar a un indígena, no sea que le fuera a contagiar la pobreza. Y a veces los secretarios de estos changos te piden dinero para tener audiencia.
—¡Es cierto eso mi amigo! aunque no se vaya a molestar si le corrijo el dicho, el dicho dice: “¡No te preocupes por Petra, que ella se mantiene sola!” — interrumpió don Tánis.
—¡Un hombre que no tiene palabra no vale nada! ¡El hombre es esencialmente bueno pero si se le vigila es mejor! ¡En arcar abierta el justo peca! No existen las clases sociales, más que momentáneas. Ese Carlos Atanasio andaba de porro, protestando y grafiteando las paredes, y ya ven, ahora: tiene dinero y mansiones; mientras mucha gente se muere de hambre. ¡Yo lo conozco muy bien! —nos terapeo David.
—¡En México no hay pobreza sino pura austeridad!—sentencio tío Lucas.
—El problema de México es la corrupción y eso tiene siglos, así que no vamos a arreglar ese problema. Hagamos como el Púas: Rubén Olivares, que dijo: —¡Quiero que me entierren en la Rotonda de los Hombres Ilustres, con las manos de fuera para que vean que no me llevo nada! —nos ilustro David.
Un hombre visiblemente ebrio alegaba con otro igual o peor que él.
— ¡Yo soy el Micky a poco no saben quién soy yo, SOY EL MICKY!
— ¡Estás loco o no has dormido bien últimamente! —alegaba el otro.
— ¡No te apures, yo veo marranos colgados y encuerados que me llaman por mi nombre!
— ¡Pues que los marranos andan vestidos con traje je, je, je.!
Derrumbaron sus sillas, rompieron un envase de cerveza. Se levantaron todos raspados, llenos de polvo y se fueron.
— ¡Fíjese don Orero!, conozco bien a ese cuate, el tal Atanasio. Hasta ahora me entere que anda de candidato por este distrito. Ese mono siempre fue un burro en la escuela, pero como decían antes del partido de la aplanadora: si la aplanadora postula a un burro, el burro gana. —conto David y prosiguió:
—Me lo encontré en una fiesta hace muchos años y me dijo: “a mí no me gusta leer, y en la facultad me ponían a leer muchos libros, ¡imagínate, que tortura! pero ya me titule y gracias a Dios nunca voy a tener que leer ningún otro  libro, ya que nunca me ha gustado” y ahora resulta que dice que es universitario y de la academia, ¡utale! —concluyó David.
Alguien comento: —pues no son los únicos ignorantes. Yo, un día, le pregunte a una maestra si había leído “El Quijote” y me contesto: —¡Claro que lo he leído! sé que el Quijote lo escribió un tal Sancho panza cuyo escudero era Cervantes, que peleaba con molinos de viento, pues era manco
— ¡Benito ahora si vamos a comer! ya se fueron los diputados,  nada más quedamos solo gente de confianza —grito don Tánis.
— ¡Si, don Orero, ahorita les sirven!, yo voy a esperar a mi compadre, el ingeniero, que todavía no llega  — respondió Benito
Lorenzo Roberto, en una mesa, hablaba con dos muchachas y alcance a escuchar que decía:
¡Estos ignorantes que van a saber de política!, nosotros los seres pensantes tenemos que orientarlos, ya que nosotros hemos estudiado la ciencia política y hemos sido catedráticos de la universidad.
— ¡Este Lorenzo siempre ha andado por ahí buscando un hueso! No sé cómo se coló a ser el coordinador de campaña de Atanasio. A todo mundo le cae mal por pedante y mamila. Le lavo el coco a Atanasio de que iba a reunir mucha gente y ya vieron. Ustedes saben que la gente no le gusta la política porque tienen la percepción de que todos los políticos son ladrones; lo que no anda muy lejos de la verdad. — dijo David y continuó:
—Ya ven los negocios del presidente municipal. Pavimento el camino a Tlalnalapa, engañando a la gente de que era bueno para ellos. Su propósito verdadero era talar todos los montes. Ahora en la noche bajan camiones y camiones llenos de madera; por eso ya no hay  agua y las huertas del pueblo están desapareciendo. Para justificar todo lo que se robo, hizo obras de mala calidad y bueno hasta se asocio con el cura para robar millones de pesos…
—¡Ya David, tranquilo, tranquilo! Te van a oír, hay mucha oreja por aquí, aunque no los veamos, ¡olvídate de esas pendejadas que piensas! y vamos a comer que ya llego mi compadre  —lo reconvino Benito, al tiempo que se dirigía a la puerta para recibir a su compadre: el Ingeniero Efrén Morales.
Llego el compadre de Benito y se sentó a una de las mesas.. Benito trajo tequila y cervezas. El ingeniero llego acompañado con un tipo de cara espigada, labios delgados, nariz aguileña, frente amplia y cejas de azotador. Hablaba mucho, después supimos que era vendedor y se llamaba Marco.
Luego de un buen rato, ya todos estaban entonados con la cerveza y el tequila.
Una muchacha, que se había zafado de la labia de Lorenzo Roberto, le pregunto al vendedor.
 — ¿Y usted a que se dedica o que vende señor Marco?
— ¡Mira mi reina! Yo tenía un puesto de burócrata en la universidad pero me corrieron y ahora me dedico a vender medias —contesto sonriente Marco.
—  ¿Medias? ¡Pues a lo mejor le compro unas!
— ¡Si, mi reina, pero yo vendo medias, pero medias horas de placer, ja, ja, ja! —río Marco.            
—¡Te hubieras dedicado a vender collares de perro en lugar de medias, je, je! —  terció David.
El Ingeniero se comió cerca de cinco platos de Elopozole. Era grande y robusto, sudaba copiosamente mientras seguía comiendo.
Llego un hombre atildado con unos libritos bajo el brazo. Benito lo presento como un poeta que había escrito algunos libros. El escritor nos invito a la presentación de su nuevo libro en la ciudad de México y nos repartió un ejemplar a cada uno.
Luego nos recito algunos poemas de su libro y alguno de ellos recuerdo que decía más o menos así: “Mis pensamientos son perlas que se congelan en recuerdos cristalinos que caen al abismo del mar de tu indiferencia”
—¡Que mafufada es esa!  — dijo David en voz baja  —yo puedo hacer algo parecido—, apunto algo en una servilleta y después nos recito: “sueños de alambique que filtran el licor amargo de mi corazón y será la espuma que reviente en los labios de ninfas desconocidas que jamás pensaran en mi”.
—Este buey se siente literato, pero le avergüenza su pueblo y piensa que  está conquistando apaches guarachudos; nada más porque él ha ido a Europa y nosotros a duras penas conocemos Xochimilco, ¡por eso me cae mal!  — comento David
El literato comió y se marcho.
El compadre de Benito nos conto que él quería ser futbolista pero que su madre se oponía. A fuerza de constancia llego a las fuerzas inferiores de un equipo de primera división, pero el entrenador le pedía ochenta mil pesos para debutar. Se desilusiono del futbol  y estudió Ingeniería Civil. Dijo el Ingeniero: — me fui a trabajar al norte del país y me iba muy bien económicamente. Adquirí terrenos y casas, pero me tomo por sorpresa el error de diciembre. Esa navidad tuve que vender terrenos, casas para pagar mis deudas. Me vine en camión desde Sonora a la ciudad de México. Mi cena de navidad fue un atún y un refresco, eso sí, chiquito, y en mi cuenta de banco tenía 0.01 pesos
Ya todos parecían beodos. El Ingeniero había llevado una botella de Whisky y me había ofrecido; yo me tome cerca de cinco  copas. Las bebidas fuertes siempre me han hecho daño, pero en esta ocasión me estaban cayendo bien. En esas estábamos cuando una persona, que  parecía estar muy beodo, se acerco al ingeniero Efrén y le empezó a reclamar y decirle que les había propuesto un proyecto para obtener un tractor, les hizo firmar y que  ahora el Ingeniero lo rentaba en mil quinientos pesos diarios.
— ¡Mira Efrén, tú nos engañaste!, y ojalá te haga provecho,  ¡pero tú nos robaste!.
El ingeniero, rojo de indignación, le grito: —¡A mí no me llames ratero! — y la tensión  floto en el aire
Una persona tomo del brazo al regordete compadre de Benito y trato de tranquilizarlo.
—¡Eso me saco por andar ayudando a indios jodidos y orgullosos que se quieren sentir catrines!  Ya les dije que le tuve que dar cincuenta mil pesos a un compadre, que es dirigente de la “Organización Campesina”, para que el proyecto pasara, sino ni siquiera lo hubieran tenido en cuenta. Yo les di cinco mil pesos a cada uno. ¡Dime,., nadie te da ni cien pesos por una firma, nadie! Ya les toco su parte y todavía están ching…— se salió tambaleante de la casa y le dijo a Benito, que lo seguía: —¡Discúlpame compadre Benito! pero ya es tarde y quede de pasar a ver a mi madre, ¡nos vemos! —con dificultad llego a su camioneta  y arranco.
—¡Tiene razón este amigo!. Mi compadre es muy abusivo. Me prestó dinero y se cobraba el veinte por ciento mensual. Le tome el préstamo porque, como ustedes saben,  yo sembraba y ningún banco me daba crédito, por eso tuve que pedirle a mi compadre Efrén —dijo Benito
La perra de don Tánis entro ladrando y moviendo la cola. Varias personas la espantaron.
—¡Salte salada, no ves que aquí nadie te quiere! — le grito don Tánis.
Dijo Benito: — ¡Yo solo soy un pobre campesino jodido, ni tierra tengo, la tengo que alquilar! Ya ven que en los discursos mencionan al campo, pero ni siquiera el fertilizante nos llega a tiempo, y nos lo cobran casi al precio del mercado  — Benito siguió hablando:  
—¡A mí me gusta la tierra!, me gusta sentir su peso y su frescura, me gusta la milpa verde como oro esmeralda. Me gusta cuando se empiezan a dar los elotes con sus pelos como mujer rubia que me acarician la cara. Me gusta ver la lluvia cuando cae y brilla en la milpa. En fin a mí me gusta la tierra! cuando cosecho me siento contento, pero cuando me pagan los intermediarios, no gano casi nada por todos mis desvelos —concluyo Benito
—¿Y porque no vende directo su cosecha? — le pregunte.
—Tengo que dar entre 200 y 300 pesos de mordida a los inspectores para que me dejen vender  en la capital y en tiempos de buena venta hasta 1500 pesos.
 —Los madrazos evitan platicas inútiles, deles en la madre a esos inspetores para que ya no hagan tonteras —dijo don Tánis.
— ¡No, es peor! Después te echan montón y te marcan como revoltoso —respondió Benito
— Como cantara Cuco Sánchez: “¡A donde está el orgullo, a donde está el coraje!” —dijo David.
 ¡Pues sí!, el amigo Benito tiene razón, hay que estar tranquilos y comenzar a organizarse; porque a uno solo nos dan en el tareque; nos dan entre ceja, oreja y jefa; “machete estate en tu vaina” como dice otro dicho —intervino Don Tánis.
Algunos invitados dormitaban en sus sillas, el tío Lucas exclamo: —¡No es bueno tomar hasta perderse! por eso hay que seguir el consejo que nos dejara el insigne poeta Antonio Plaza: “Del placer haz poco uso si ilusión quieres tener, porque abusando del placer, no hay placer en el abuso”.
— ¡Muy bien!, esa frase es buena, aunque yo la corregiría y en lugar de “poco uso” le pondría “correcto uso”— le  sugerí al tío Lucas. 
Don Tánis, se veía un poco melancólico y cansado, le pregunte si se sentía bien y me contesto:
— ¡Mire joven, yo soy un simple borrachín o teporocho! Y a veces me siento desesperado y le he pedido a Diosito la muerte —mientras se enjuagaba algunas lágrimas. El tío Lucas intervino:
— ¡No se preocupe don Orero! El teporocho es uno de los últimos filósofos con quien se dignarían a hablar Platón y Sócrates  y tomarse una caguama.
—Estar viejo es pesado. ¡Antes, cuando era jovenazo salpicaba hasta  dos metros o más allá, ahora solo me salpico la punta de los zapatos, JA, JA,JA! –afirmo melancólicamente  don Tánis
Un hombre llego, iba todo sucio y desarrapado y nos recito un verso:
lTu boca es agua de coco
Si tú no me quieres yo tampoco!
   ¿Y este quién es?  — pregunte
— Es un  amigo que se siente compositor y anda por todos lados recitando versos y tratando de vender sus composiciones. Tiene canciones dedicadas hasta a la bruja Hermelinda, que dice más o menos así: “Hermelinda Linda, bruja sin igual, cuando me quites mi mal,  te comprare un tamalrespondió David.
—Pues hay varios compositores con discos grabados que no andan muy lejos de este loco — pensé.
Vi mi celular. Ya eran cerca de las seis de la tarde. Todos habían hecho su tertulia particular. Me despedí de los amigos y le dije a don Tánis.
— ¡Don Tánis, acompáñenme! Tengo que ver a don Tomás, el mecánico.
Don Tánis se levanto y fuimos hasta la casa del mecánico. Yo había negociado que le pagaría después de estar reparado el carro. Don Tomás le dijo a don Tánis que se podían subir atrás de la camioneta con su perra. Yo apure a don Tánis que se subiera a la camioneta y él me contesto:
— ¡No joven! Yo me tengo que quedar aquí, no lo puedo acompañar. Mi perra se puede espantar y brincar de la camioneta, además ya cumplí con acompañarlo. ¡Qué Diosito lo bendiga y lo acompañe!
Emprendimos el camino con don Tomás y le pregunte:
    —¡Oiga don Tomás! ¿Usted sabe porque le dicen el Orero a don Tánis? ni él sabe porque le dicen así o no me quiso decir...
— ¡Umm! le dicen el Orero porque siempre llega a la hora exacta, sobre todo a la hora de la comida y  a las fiesta o reuniones, ni se diga; hasta en los velorios esta mero a la hora. Pero como siempre es muy acomedido, donde quiera lo reciben.
Llegamos al punto en donde recordaba que deje el auto.
— ¿Por aquí es? —  me dijo el mecánico.
— ¡Sí, por aquí es!  —no se veía por ninguna lado el carro. — ¡Estoy seguro que era aquí!, porque esta esa piedra grande que está enfrente —le conteste.
Baje de la camioneta y camine sobre el borde de la carretera. Distinguí el carro en un pequeño barranco, el cual estaba lleno de arbustos y espinos. El auto se veía detenido por un árbol de tamaño mediano.
El mecánico se quedo en la camioneta. Yo baje al barranco, que no era muy profundo. Al fondo estaba el árbol. El sol empezaba a ponerse rojizo y en las nubes se formo un túnel —¡qué raro! parece que va a llover —pensé. El celular sonó, — ¡qué extraño! si aquí no hay señal — Sonaba y se apagaba, prendía, sonaba y se volvía a apagar.
“Uno tarda de 24 a 72 horas en pasar a otra dimensión”, no sé porque me llego a mi mente esa frase, que había escuchado o leído varias veces, mientras caminaba entre la hierba y arbustos, llenándome la ropa de huizapoles. Cuando llegue a donde estaba el auto, pude ver a un gato blanco que jugueteaba con el símbolo del equipo de futbol preferido de mi hermano, el cual siempre traía colgado en el parabrisas.
El carro tenía el frente completamente destrozado e incrustado en el árbol. —¿qué habrá pasado? si yo le puse unas piedras, ¿quién lo habrá empujado?
Alguien estaba sentado al volante con las manos rígidas. Me estremecí, cuando por la ventanilla pude ver al conductor, vestido con la la misma ropa que yo traía. ¡Sí! el conductor era yo mismo, sentado con la frente estrellada en el parabrisas. “El gato puede estar vivo o muerto” me retumbo la frase en la cabeza.
—¡Debo estar soñando! El whisky era demasiado fuerte; yo no debo tomar bebidas fuertes —Subí rápidamente a la carretera. No vi a nadie, el mecánico se  había ido —¡Estoy soñando, esto es una pesadilla! —alguna vez leí que para saber si uno está soñando o no, habría que ver los relojes; yo no usaba reloj, mire mi celular, el cual marcaba la tres y media A.M —¡Ahhh, gracias a Dios, esto es solo una pesadilla!, es un sueño, porque ahorita deben ser las seis y media  de la tarde. El sol no se ha metido. ¡A ver, voy a tratar de despertar!
Cerré los ojos y apreté con fuerzas mis puños tratando de despertar. Por fin abrí los ojos; me encontraba sentado en el quicio de una puerta. Estaba oscureciendo, la gente seguía pasando por la calle, —¡Sí, todo era un sueño! — Vi que venía un camión que iba rumbo a Iguala — ¡Ya es tarde!, voy a sacar dinero de mi tarjeta, darme un buen baño y tratar de dormir en algún hotel —le hice la parada al camión.
Me subí y me acomode en un asiento. Había pocos pasajeros. La sirena de una ambulancia rompía el silencio  — ¡Qué extraño!  ¿Por qué pasaran tantas ambulancias, que habrá pasado?; en la mañana escuche otra. Me sentía muy cansado y aunque luche por no dormir para no tener pesadillas, el vaivén del carro me cerró los ojos y después solo oscuridad.

FIN

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